
Paso a paso de la receta:
Para empezar, basta con tener a mano harina común, agua, sal, aceite y, si se quiere, un toque de azúcar para equilibrar. La magia está en el amasado y el estirado fino, que define esa textura crujiente que las caracteriza.
En un bol grande, se mezcla 300 g de harina 000, media cucharadita de sal y dos cucharadas de aceite neutro. Luego, se agrega de a poco 150 ml de agua tibia, mezclando hasta obtener una masa suave y manejable. Se deja reposar 15 minutos, cubierto con un repasador, para que el gluten se relaje y se vuelva más fácil estirar.
El paso fundamental es el estirado, puesto a que cuanto más fino, más crocante el resultado. Se estira la masa sobre la mesada apenas enharinada y se corta con un cuchillo o cortapastas en rectángulos o círculos, según el gusto. Antes de hornear, se pinchan con un tenedor para que no inflen y se pincelan con un poco más de aceite o manteca derretida.
Luego, se hornean en una placa sin enmantecar, a 200 °C, durante unos 10-12 minutos o hasta que estén doradas y secas al tacto. Una vez frías, se guardan en frascos herméticos para que mantengan su textura. ¡Y listo!